La educación y los tres cerditos
Todos conocemos la versión
clásica del cuento de Los tres cerditos. Pero resulta que en la verdadera
historia de los tres cerditos hay muchas cosas que tienen que ver con la
educación. Como seguramente no la conocen, la explicaremos con mucho gusto:
Había una vez una granja donde
todos los cerditos se dedicaban al noble arte de enseñar. Todos enseñaban de la
misma manera porque “siempre se había hecho así”. Un día tres cerditos
curiosos, cansados de hacer siempre lo mismo y después de leer lo que Murakami
había escrito sobre la escuela, decidieron huir de la granja y enseñar por su
cuenta utilizando otros métodos.
Así que, una noche oscura,
hicieron un agujero en la valla que rodeaba la granja y se marcharon de allí
para no volver nunca. Tras unos días caminando sin rumbo fijo encontraron un
precioso lugar donde establecerse, una comarca repleta de animales a los que
enseñar como ellos querían.
Cada uno de los tres cerditos
decidió abrir una escuela distinta. El primero de ellos, que era curioso pero
de naturaleza poco dada al esfuerzo y al sacrificio, levantó una escuela de
ramas y paja. El segundo, un poco más dado a esforzarse pero que se distraía
con facilidad, construyó una escuela de madera. Y el tercero, que era el más
dado a la reflexión y al sacrificio, el que valoraba más los pros y los contras
de su manera de enseñar, edificó una escuela con ladrillos y cemento y unos
profundos cimientos.
Los tres estaban muy contentos
porque ya no enseñaban como lo hacían todos los habitantes de su granja. Pero
un día, sin previo aviso, apareció por allí un terrible lobo hambriento que se
dedicaba a supervisar y a evaluar lo que hacían en las escuelas de esa comarca.
El lobo llegó a la primera escuela, la observó atentamente y le dijo al primer
cerdito:
“Crees que estás enseñando de
manera diferente a como lo hacen los demás, pero estás equivocado. Tan solo has
sustituido unas cosas por otras, pero les das el mismo uso.” Y el lobo sopló y
sopló… y la escuela de ramas y paja voló por los aires.
Más tarde, el lobo llegó a la
escuela de madera, la observó atentamente y le dijo al segundo cerdito:
“Has cambiado algunas cosas, pero
tan solo las superficiales. Tus alumnos no se limitan a memorizar interminables
listas de datos, pero siguen siendo receptores pasivos de contenidos. Les
permites hacer algunas cosas por ellos mismos, pero no les planteas retos que
deban resolver por sí mismos con sus propios recursos.” Y el lobo sopló, sopló
y volvió a soplar… y la escuela de madera se derrumbó.
El lobo, un poco decepcionado, se
dirigió a la escuela de ladrillo y cemento, la observó atentamente y le dijo al
tercer cerdito:
“Tú sí que has cambiado la manera
de enseñar a tus alumnos. Has entendido sus necesidades y la de los tiempos en
los que viven. Has edificado una escuela con cimientos profundos. Has
convertido a tus alumnos en creadores de contenido, en sujetos activos de su
aprendizaje. Has entendido lo que es el nuevo paradigma educativo.” Y el lobo
sopló, sopló y volvió a soplar hasta quedarse sin aliento y la escuela
permaneció de pie, intacta. El lobo, contento en el fondo de su ser, se marchó
con el rabo entre las piernas.
Los dos cerditos que se habían
quedado sin escuela se dieron cuenta de su error y levantaron nuevas escuelas
de ladrillo y cemento. Las tres escuelas eran parecidas, pero no iguales: una
era verde; otra, roja; y la tercera, azul. Pero en ellas los tres cerditos enseñaron
felices durante muchos años y sus alumnos aprendieron y se convirtieron en
animales con un gran espíritu crítico y constructivo. Y colorín colorado este
cuento se ha acabado.
Publicado por Salvador Rodríguez Ojaos
(http://salvarojeducacion.blogspot.com.es)
Bienvenidos a este ciclo escolar, te invitamos a participar y construir juntos una escuela de ladrillo y cemento.